El yate

El yate

2024-12-28 | Por Freddy Ames

Permítanme transmitirles una anécdota que me contó Carlos, un amigo que es propietario de un lindo yate.

El verano pasado, a bordo de la referida embarcación, salían de Pisco con destino a Lima, Carlos, su familia y dos familias más; en total, 22 personas, incluyendo al capitán del yate más la tripulación.

En pleno trayecto a Lima, todos ven pasar a un yate de mayor eslora y más lujoso que el de mi amigo. Inmediatamente, Fernando, el hijo mayor de Carlos, exclama: “¡Papá, ese yate es mejor que el nuestro!”. Él le responde: “Es cierto”. El hijo se retira. Luego de unos minutos regresa y le dice: “Papá, nosotros deberíamos tener un yate igual o mejor. De no haber invertido en la compra de terrenos en la selva, para sembrar palma aceitera, tendríamos un yate de última generación”. Carlos -indignado- toma del brazo a Fernando, lo retira de cubierta y lo lleva a la cabina, pide al capitán que les deje solos unos minutos, y le dice: “¡Oye! ¿Dónde estás parado?”. Fernando responde: “En la cabina del yate”. Carlos pregunta: “¿Sabes lo que es un yate?”. “Es un bote”, responde Fernando. Carlos le increpa: “No es un bote; ¡es una embarcación de lujo!”.

La conversación continúa por más de media hora entre padre e hijo, hablando sobre este tema, culminando en que, si Fernando quiere o desea un yate mejor para navegar, que lo adquiera con su propio peculio.

Conozco a Carlos desde hace muchos años. Sé del enorme esfuerzo que ha realizado para convertirse en un gran empresario de la construcción. Viene de un hogar de clase media, decente y con valores. Tiene una linda casa en una de las mejores zonas de Lima, ha educado a sus tres hijos en los mejores colegios y universidades del Perú, ha viajado con ellos y con su digna esposa a los cinco continentes. Cada vez que sus hijos llegaban a la mayoría de edad les regalo un auto cero kilómetros. Importante indicar que mi amigo adquirió su primer auto, de segunda, cuando cumplió los 30 años de edad.

La gran lección que nos da esta anécdota es que: muchas veces los hijos y demás seres queridos no valoran el trabajo realizado por sus padres, o en mayor medida por el padre; más bien critican su desempeño, como si el esfuerzo desplegado por él, a lo largo de los años, fuera un hecho menor, como si por arte de magia se construyeran posiciones, estatus y economía.

Capítulo aparte, los empresarios no siempre son reconocidos. Se minimiza su capacidad, su liderazgo, no se reconoce el don que tienen de ver lo que los demás no ven. Pero todo no termina allí. Son trabajadores incansables, no paran hasta alcanzar sus sueños, son locomotoras que remolcan vagones, con familias incluidas. Me viene a la mente Steve Jobs y Elon Musk, extraordinarios empresarios catalogados como tiranos por algunas personas que laboraron con ellos. ¿Alguien ahora puede negar su legado? Nadie.

Debemos cuidar a los empresarios. Ellos son el verdadero motor de desarrollo de los países, la inteligencia y los dones del estratega empresarial no se contagian.

FREDDY AMES.

Diciembre de 2024.

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