¿Por qué fracasan los países?

¿Por qué fracasan los países?

2020-11-03 | Por Freddy Ames

Leía a James AE. Robinson, profesor de la Universidad de Chicago, Estados Unidos, uno de los 2 coautores del libro cuyo nombre lleva el artículo presente. Después de varios años de investigación, señala que los países no fracasan por el grado de cultura o por la educación de su gente, o porque tienen más o menos recursos naturales, o porque fueron conquistados por cristianos o protestantes, o porque sus habitantes tributan más, etc.

 

La razón del fracaso de los países –concluye Robinson- se debe a la presencia y nivel de sus instituciones. Nos presenta varios ejemplos; escojo 2:

 

La ciudad de Nogales, la divide en dos la frontera entre México y los Estados Unidos. El territorio es contiguo, los recursos naturales son los mismos, la gente es similar, pero, a un lado, se observa pobreza (México) y, al otro, riqueza (Estados Unidos). Las preguntas son: ¿qué paso allí? ¿Por qué tanta diferencia? La respuesta es: la diferencia la hacen sus instituciones; mientras las que se asientan en México son laxas y corruptas, en el lado estadounidense son transparentes y dirigidas por personas honestas.

 

El segundo ejemplo que tomamos es del nivel de sus empresarios. Compara a Bill Gates con Carlos Slim, ambos multimillonarios. Mientras que Bill Gates generó su fortuna con la innovación, Carlos Slim lo hizo creando monopolios, de por cierto y muy probablemente con ayuda de los políticos de los países donde sus empresas operan.

 

Ésa es la historia de los países latinoamericanos y de los otros que luchan por sobrevivir.

 

El Perú está adherido a la Corte Penal Internacional; los Estados Unidos, no. La pregunta es: ¿por qué no se adhirieron los estadounidenses? Ellos indican que los jueces que integran su Corte Suprema de Justicia son los más probos de la tierra; entonces, ¿por qué deberían trasladar sus controversias a un tribunal que, en méritos, está por debajo del propio? Tienen razón. Dicen: “In God we trust” –“En Dios confiamos”-, frase que encierra la confianza del ciudadano en el otro ciudadano, y del ciudadano en sus instituciones.

 

Asimismo, otra pregunta que nos hacemos es: ¿podrá el Perú salir del subdesarrollo y ser un país exitoso? No hay otra alternativa para lograrlo; debemos reforzar nuestras instituciones. En primer lugar, debemos cambiar nuestro sistema de justicia: Poder Judicial, Ministerio Público y Policía Nacional. La justicia es el pilar del desarrollo; nadie debe escapar a ella. Luego, en segundo lugar, emprender una cruzada por la salud y la nutrición del pueblo menos favorecido; y,  paralelamente, invertir en la educación de verdad.

 

Es importante indicar que las instituciones están integradas por personas; entonces, la diferencia real la hacen las personas que las conforman, y cuando nos referimos a las instituciones debemos también pensar no sólo en las públicas, también en las privadas que, muy bien conducidas, pueden ser un ejemplo para las demás.

 

En el Perú, el fútbol, a nivel selección, ha demostrado ser un excelente integrador del pueblo, amor a la selección absoluta, sentimiento compartido por millones. Es la Federación Peruana de Fútbol (FPF) y los clubes quienes deben canalizar este sentimiento y refundarse internamente. Es la mejor oportunidad para que estas instituciones se conviertan en el espejo para mirarnos todos; tienen todo para lograrlo, para ubicarse en el primer lugar de preferencia.

 

Nos preocupa que los que han conducido a la FPF y los que la conducen se hayan olvidado de la transparencia y la alternancia democrática. El presidente anterior estuvo, en los cargos de vicepresidente y presidente, por más de 20 años, y el actual cumplirá 6 años, cuando el mandato por el cual fueron elegidos debió ser sólo por 4 años, y tal parece que el Ing. Agustín Lozano y su Junta Directiva en pleno, muy probablemente, pretendan permanecer más allá inclusive del fin de su mandato. Debió llamar a una Asamblea de Bases para elegir a la nueva Junta Directiva y aún no lo hace; le queda muy poco tiempo.

 

Agregaríamos al excelente libro de James A. Robinson que, en los países pobres, el poder con la corrupción van de la mano, y que son el verdadero freno para su desarrollo.

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