2020-04-04 | Por Freddy Ames
Sólo cuando sufrí un accidente estuve confinado en mi domicilio por un número mayor de días a los que hoy estamos obligados a cumplir por decisión del Gobierno y por decisión propia; soy consciente del daño que podría ocasionar o recibir si abandono mi encierro.
Más allá de conservar la salud y de eludir a la muerte temprana, hay muchas preguntas que nos debemos hacer: ¿el virus denominado COVID-19 fue una mutación ‘normal’ o fue creado en laboratorio? ¿La humanidad estaba preparada para contener un nuevo virus letal? ¿Existe o puede ser creado el antídoto o la vacuna para aislar el virus de nuestro organismo y hacernos inmunes? ¿Alguien se beneficia de esta pandemia? ¿Nuestra vida cambiará a partir de la fecha o todo volverá a la normalidad después; es decir, regresaremos a nuestro sistema usual de vida? ¿Qué lecciones nos deja esta pandemia mundial?
Es de conocimiento que la guerra biológica es una opción que las grandes potencias mundiales, en su momento, han previsto para eliminar al rival de turno. Existen laboratorios y científicos en el mundo que, así como generan el antídoto para los virus, también crean organismos más fuertes y que pueden ingresar al cuerpo humano y hasta matar; no es ciencia ficción, es una realidad.
¿Habrá algún científico o gobierno en el mundo que esté experimentando con células, con mutaciones genéticas? No sólo creemos que sí, hemos observado la clonación de células adultas para dar vida a un ser idéntico; la oveja Dolly, clonada en Escocia, es un ejemplo evidente.
¿Pero qué pasaría si realmente China, en laboratorio, hubiera creado el virus COVID-19 o, mejor dicho, haber repotenciado a un virus existente y hacerlo resistente a los anticuerpos de los seres humanos? Sería terrible, condenable y materia de la reclamación y el repudio de todos; cualquier resarcimiento económico que pretendiera realizar el causante no tendría precio, la vida de todos los habitantes de la tierra está en peligro y la economía global paralizada; de no morir por el virus, morirían las personas de hambre. Catastrófico por donde se le mire, no tendrían el perdón de Dios y cualquier sanción que se les impusiera sería leve por el daño y dolor causados.
Nadie estuvo preparado para contener el virus. Algunos científicos y grandes hombres de negocios disertaron sobre la letalidad de un virus de alcance mundial, pero no dijeron qué hacer, ni tampoco cómo prevenir su creación y propagación. Dejaron suelta la interrogante; ahora se estarán arrepintiendo. Está en la puerta de sus casas, contando ellos con los medios y recursos económicos suficientes pudieron pararlo y estar un paso adelante, incluso utilizando la inteligencia y el espionaje como arma de ser necesario.
En la Edad Media, los virus mataron a muchas personas; en ese tiempo, se llamaba peste. ¿Cómo lo contuvieron? Quemando a los cadáveres infectados y matando a los que contrajeron el virus; no había cura. Hoy la cura para el virus COVID-19 existe, pero en la etapa inicial de contagio; cuando la enfermedad está avanzada, y de no contar con respiradores mecánicos, sabemos que ataca a los pulmones; la muerte es segura.
Los científicos chinos han publicado el genoma del virus decodificado para que cualquier científico del mundo pueda conseguir la molécula capaz de aislar el virus y hacerlo inmune al ser humano, proceso que, de darse, tardará por lo menos dieciocho meses.
¿Quién se beneficia de la pandemia? Por ahora, la industria china de cuidado de la salud que está comercializando sus productos en el mundo: mascarillas, ropa, gel desinfectante de manos, equipos para detectar el virus, etc. Pero los demás sectores no le venden a nadie, quienes están ganado algo son los especuladores, pero, si se contagian con el virus, sus ganancias no le servirán de nada en la tumba. Las empresas que desarrollan software y tecnología por Internet serán las grandes beneficiadas, pero, a ciencia cierta, el mundo ha perdido.
Nuestras vidas, la forma de relacionarnos cambiará; mejor dicho, ya está cambiando, no podemos acercarnos al prójimo, tampoco lo podremos hacer mañana, ya no iremos a ver una película al cine, dejaremos de visitar restaurantes, trabajaremos desde nuestro domicilio; por lo menos, compartiremos más con nuestra familia; los colegios y universidades impartirán educación a distancia, algunos ya lo están haciendo; el tráfico de vehículos disminuirá, por tanto, habrá menor consumo de combustible, menor contaminación ambiental y sonora; el sistema de reparto por delivery será el rey, muchos establecimientos comerciales cerrarán, la bodega de la esquina y las tiendas pequeñas de conveniencia volverán a tener preponderancia, felicitaciones a la cadena de tiendas ‘Tambo’, de Lima, le agregan el delivery online y a dormir tranquilos, y tendremos otras experiencias que no hemos imaginado.
La primera lección que nos deja la presencia del virus en nuestras vidas es que somos mortales, la vida es un soplo, el virus no respeta condición económica, credo, raza, genero, religión, a todos ataca, es la expresión más democrática de la tierra, me hace recordar al fútbol, pero al revés, cuando la selección juega todos somos uno, y cuando gana un partido nos abrazamos sin importar si tu vecino inclusive es tu enemigo.
La segunda lección es, si la vida está en juego, ¿de qué vale los rencores, los odios, las revanchas, las posiciones irreductibles entre nosotros, entre la propia familia? Puede ser que mañana ya no nos veamos más. Daría todo por tener a mi madre cerca y decirle “te quiero”. Murió muy joven y no le dije con insistencia “te quiero”; los que tienen a sus seres queridos presentes es la oportunidad del perdón.
Ayer conversaba, vía Skype, con un empresario amigo ecuatoriano que radica en Guayaquil. Sentía en su voz tranquilidad, sosiego, pese a la gran crisis que atraviesan. Me dijo que había hablado mucho con sus hijos y esposa, como nunca y, si la muerte tocaba su puerta, moriría tranquilo. No tuve palabras de respuesta, pensé “está derrotado, debe luchar”. ¡No! Él había hallado la paz, le entendí, lo celebré, qué gran lección, que Dios lo acoja en su seno desde hoy y los cuide.
El vivir en la mentira no nos lleva a nada, y no nos sirve de nada, los que creen que su vida tendrá los mismos causes que siguieron ayer están muy equivocados o equivocadas; el recogimiento o el aislamiento habrá sido una quimera; la arrogancia y el dinero no nos curará el alma, recuerden siempre que el drama de Guayaquil puede ser nuestro.
Parafraseando a Cristo en la cruz, y con las disculpas por referirme a Él: “Madre, he aquí a tu hijo; hijo, he aquí a tu madre”; y, “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.