Líderes de barro

Líderes de barro

2019-08-19 | Por Freddy Ames

Estuvimos, hace pocos días, en Brasil y tuvimos la oportunidad de visitar varias ciudades de ese hermoso país. Nuestro tour nos llevó a São Paulo, Florianópolis, Porto Alegre y Gramado. Esta última ciudad, realmente, nos sorprendió: limpia, ordenada, bella y con un grado de cultura de sus habitantes que sólo vimos en Europa. Para muestra un botón: no existen semáforos en las intersecciones de sus calles, cada cierto número de cuadras han construido óvalos que sirven para amortiguar el tráfico, que distribuyen el ingreso y la salida de los vehículos por orden de llegada, pero sin ningún elemento tecnológico de apoyo; son los conductores quienes respetan su turno. Admirable.

 

Ya de regreso a Lima, tomamos un avión a Chiclayo, acompañando a nuestro equipo de fútbol que, por el campeonato que promueve la Liga 2 profesional, le tocó disputar un partido de visita, en Chongoyape, contra el Centro Cultural Deportivo Los Caimanes.

 

Desde que salimos del aeropuerto de Chiclayo, vimos una ciudad sucia, desordenada, polvorienta, las calles repletas de huecos, una ciudad en involución; en realidad, también es el signo de las demás ciudades del norte del Perú.

 

Qué diferencia con Gramado, que no es capital de departamento. Chiclayo estaría a nivel de Porto Alegre; ni hablar, Porto Alegre supera a Lima.

 

Un amigo comentaba, a raíz de la suspensión por el gobierno de la licencia de construcción ya otorgada a Southern, para llevar adelante el proyecto minero ‘Tía María’, en Arequipa, que ésta no había obtenido la licencia social; es decir, el permiso de la población para iniciar actividades. Otro amigo refutaba e indicada que, en la normatividad nacional, no existe el requisito denominado licencia social; y, un tercero decía que ambos estaban equivocados, que la evaluación política del hecho era errada.

 

Nuestro análisis es que el gran problema de nuestra Patria no son las normas; es la ausencia de verdaderos líderes que amen al Perú. Desde que tengo uso de razón, he observado a los que han tenido la oportunidad de administrar el país y sus ciudades, obrar pensando y actuando en beneficio propio, han hecho del cargo que ostentaban su feudo y de la cosa pública un botín. Nadie se salva, desde presidentes de la República, pasando por gobernadores regionales y alcaldes.

 

La situación de caos que vive Chiclayo, ciudad que parece bombardeada, y los titubeos del presidente de la República, Martín Vizcarra, para hacer viable un proyecto minero que nos hace mucha falta, no son más que el reflejo de la corrupción que vivimos, aunada a la ausencia de liderazgo, improvisación y mediocridad en la toma de decisiones.

 

Amo a mi país, pero me duele en el alma. Recuerdo el caso de una universidad privada, cuyo propietario la utilizaba como su chacra. Alguna vez lo visitamos y nos dimos cuenta del grado de deterioro en la que estaba. Pensamos a qué se debe. Nos bastó diez minutos de conversación con el promotor para darnos cuenta que él era el responsable. No sé en qué momento de lucidez o -quién sabe- por estar abrumado por las deudas, producto del manejo improvisado de las cuentas, decidió transferir un porcentaje importante de la sociedad a un grupo empresarial de primer nivel. Después de cuatro años, la nueva administración ya ubicó a la universidad en un lugar expectante; no obstante, la gran competencia que existe.

 

Más allá del éxito de la gestión antes descrita, es importante señalar que ninguna universidad peruana cumple su rol; la mejor ubicada en el ranking mundial ocupa el lugar quinientos. Ya hablaremos de ellas en otro artículo. Las universidades son el laboratorio y la semilla que permite el desarrollo sostenido de los países; Harvard y Oxford son el ejemplo.

 

En conclusión, transitamos desde hace mucho tiempo entre falsos mesías y delincuentes de cuello y corbata. Me pregunto: ¿nuestro Perú no tiene líderes honestos y transparentes? ¿Estamos destinados al fracaso? ¿Los milagros existen?

 

La diferencia de una ciudad a otra, de un país con otro, no la hacen sus recursos naturales; la hacen sus líderes.

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