Nuestro deber

Nuestro deber

2019-04-29 | Por Freddy Ames

Mi madre nos decía: “¿Creen ustedes que soy de acero?”. Era una queja real por realizar tareas que nos competían: limpiar nuestra habitación, lavar los utensilios del comedor y cocina que utilizábamos para ingerir nuestros alimentos; en realidad, para nosotros estaba sobreentendido que esa tarea le correspondía a ella, y que nuestra vida debía ser placentera y sosegada.

 

Lo cierto es que un día mi madre nos dejó, murió muy joven, nos vimos solos conmocionados por el dolor y, de la noche a la mañana, desbordados por la inmensa tarea que teníamos por delante: preparar nuestros alimentos, lavar la ropa, limpiar el dormitorio y lavar los trastes.

 

En ese momento, nos dimos cuenta la falta que nos hacía nuestra madre, perdimos todo, me pregunté: “¿Qué habría pasado si hubiera sido más condescendiente y más cariñoso con ella? ¿Habría vivido más?”. No lo sé. Sólo sé que no la tengo. Daría todo por tenerla un minuto, abrazarla con fuerza, abrazo eterno, decirle “te quiero”, “te amo”, “te invito un chocolate o un helado”, la contemplaría y, de la mano, me iría con ella al lugar donde reina la felicidad.

 

Me preguntó hace poco una amiga: “¿Cuándo fue la última vez que fuiste feliz?”. Pensé un rato y le respondí que fue cuando compartí unos días de vacaciones con Adriano, el menor de mis hijos. Sentí su presencia, su cariño, fuimos uno, visitamos lugares extraordinarios en la zona austral de la Argentina y me quedé maravillado cuando él escribió, en el libro de visitantes ilustres, del Museo Argentino del Juguete, en Calafate: “Gracias por permitirme conocer los juguetes con los que mi padre jugó; muy bonitos”. Luego le pregunté: “¿Qué es lo que más te gustó del viaje a la Argentina?”. Sin titubear me respondió que el Museo del Juguete. ¿Saben? De alguna forma, me valoró; le agradeceré por siempre.

 

Nuestra responsabilidad como padres es darles a nuestros hijos el mejor sustento, una educación de calidad, inculcarles valores, amor sin condiciones y enseñarles que la vida no es color de rosa, tendrán vicisitudes, y que algún día, cuando nos necesiten o no nos necesiten, estaremos con ellos.

 

En el mes que se avecina se celebra el Día de la Madre, fecha memorable y única. Aquéllos que aún tienen a su madre viva, no esperen ese día; ámenla, ayúdenla, compartan con ella, abrácenle fuerte.

 

Una licencia desde mi lugar de soledad. Digo: hubiera querido ser un mejor hijo, un mejor esposo, un mejor padre, un mejor amigo, un mejor empresario; el tiempo dirá si cumplí mi deber.

 

San Isidro, 29 de abril de 2019.

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