Personas que dejan huellas

Personas que dejan huellas

2018-04-02 | Por Freddy Ames

Mis padres fallecieron hace varios años, él era un Contador Público que laboraba en un banco de reconocido prestigio y ella una dama culta que provenía de una familia acomodada, se casaron, y producto de este matrimonio nacimos mi hermana y yo.

 

El trabajo de mi padre era muy especial, parecido al de los comisarios de la policía, cada cierto tiempo rotaba de oficina y es así que junto a él recorrimos y vivimos en diferentes provincias del Perú, recuerdo algunas de la Región Ancash: Pomabamba, Piscobamba, Sihuas, Corongo, Yanac, Caraz; y como es lógico suponer cursé estudios primarios y secundarios en varias de ellas, en algunos casos, como hoy les ocurre a los hijos de los diplomáticos, media primaria en una provincia y el resto en otra.

 

A principios del año 2016, un amigo de la infancia que conocí en Sihuas, me llamó desde New York lugar donde radica y me dijo, Freddy voy a ser prioste del santo patrón de mi barrio en el mes de setiembre, te pediría estés presente, por favor no dejes de asistir.

 

Pensé un poco y dije, hay varios meses de por medio para la fiesta, voy a reestructurar mi agenda anual y viajaré. Un mes antes puse todo en orden, conversé con un amigo cercano, le pedí que me acompañara; tres días previos al día central de Taita Pancho partimos a Sihuas, subimos a la camioneta y enrumbamos por la Panamericana Norte hasta Chimbote, pasamos la noche en un hotel, y muy temprano por la mañana continuamos viaje utilizando la aplicación de google maps, al no conocer la ruta entendimos que la tecnología nos debería ayudar para llegar a nuestro destino, lo que no sabíamos era que la señal de internet solo tendría cobertura los primeros 50 kilómetros y luego desaparecería, pero por alguna razón que no comprendemos la aplicación seguía señalando la ruta, es muy probable que al momento de fijar el destino, el celular grabó la ruta y con un sistema geo referencial interno de auxilio fuimos guiados sin contratiempos.

 

Llegamos a Sihuas, lugar al que regresaba después de muchos años,  nos alojamos en un buen hotel y al día siguiente a primera hora programamos visitar la casa de mi amigo el prioste,  saliendo del hotel escucho una voz que me llama Freddy, hola soy Manuel, sabíamos que venías y te queremos invitar el desayuno; por cierto, los desayunos de la sierra peruana son mas bien almuerzos, me disculpo, insiste y no hay mas acepto, al ingresar a su domicilio, recibo el saludo de una señora con cariño, la mamá de Manuel, me dice “conocí a tu madre una gran señora y para nosotros es un honor compartir con el hijo de la que fue mi gran amiga”, agradecí la deferencia, y luego del desayuno, fuimos a buscar a mi amigo.

 

Cual fue nuestra sorpresa que al llegar a la casa de mi amigo la encontramos repleta de personas, que entraban y salían, en el patio una de banda de músicos tocaba unos acordes preparándose para la víspera y la procesión, pero el prioste no aparecía, brillaba por su ausencia, pregunté por él, responden está recorriendo las casas de los vecinos, recordé que la fiesta también es de ellos y en cada casa hay un agasajo que compartir.

 

El Alcalde se une a la celebración y viste de gala a su ciudad, propicia la quema de juegos artificiales y un baile a todo dar.

 

En la víspera, la banda de músicos en la plaza mayor ya preparada toca todo tipo de música, en especial los huaynos y el pueblo se pone a bailar  hasta altas horas de la noche.

 

El día central después de la procesión, el prioste ofrece un almuerzo danzante a sus invitados que van vestidos para la ocasión, damas de traje largo y los caballeros con terno y corbata, por supuesto no podríamos faltar.

 

Ya en el baile, un poco cohibido por no conocer casi a nadie, departimos con los familiares del prioste, pero luego sucede algo que nos sorprende, se acercan algunas damas y nos invitan a bailar, aceptamos con gusto, antes de terminar la pieza, agradecemos la gentileza y ellas responden, nuestros padres nos han contado que eres hijo de la señora Foly, (así llamaban a mi madre), ella fue benefactora de esta ciudad, es grato tener a su heredero entre nosotros.

 

Antes de culminar el baile, varias personas vienen, me abrazan y me dicen, conocimos a tus padres, guardamos gratos recuerdos de ellos en especial aquellos ligados a tu madre, nos sentiríamos honrados de recibirte en nuestras casas, abrumado acepto, pero veo que no podré cumplir con todos, ya que nuestro retorno a Lima esta cercano, visito a los que puedo, en cada hogar observo solemnidad y respeto cuando hablan de mi madre.

 

Mi hermana me cuenta que en una notaría de Lima realizando trámites, le piden su DNI para firmar una escritura y antes de retirarse se acerca un empleado ya mayor de edad y le pregunta si es pariente de la familia Ames Hidalgo que radicó en Piscobamba, ella le responde que sí, él le dice que conoció a mi madre, que fue una gran persona, fue la impulsora de las obras de teatro y de la promoción de la cultura en su ciudad.

 

Estimados amigos, les he querido contar esta anécdota para graficar que hay personas que pasan por la vida y dejan huella, una de esas personas fue mi madre, pese al poco tiempo que estuvo en cada lugar, ella hizo la diferencia, nunca se sintió extranjera, dio mas allá de lo que podía dar y mas de un pueblo hasta hoy lo reconoce.

 

Estamos en este mundo para trascender, de nada sirve haber obtenido dinero, placer y otras gollerías, si al llegar a nuestra hora final no tendremos la satisfacción de haber cumplido el rol que Dios el divino hacedor nos encomendó, “haz el bien sin mirar a quién”.

 

Freddy Ames

Lima, 2 de abril de 2018

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