Enterremos a los delincuentes de cuello y corbata

Enterremos a los delincuentes de cuello y corbata

2017-06-05 | Por Freddy Ames

Hoy creo oportuno opinar sobre la lucha contra la delincuencia, que hace tanto daño a nuestro país.

 

Desde que era niño, mis padres me enseñaron que el respeto al semejante era la piedra angular de la convivencia en paz, me inculcaron amor al prójimo y a mis seres queridos. Recuerdo como si fuera ayer mis días en el colegio primario, a mis excelentes maestros, mis compañeros de clase. Por lo vivido, nada me hacía vislumbrar que, luego de varios años, estaría lamentando haber sido víctima de un asalto o presenciar la temprana muerte de una persona a manos de un delincuente armado.

 

¿Qué nos pasó? ¿Por qué la violencia se instaló en nuestra patria y no podemos extirparla? Existirán varias teorías que tratarán de explicar este grave flagelo. Algunos ensayarán las siguientes: que es producto de la escasa educación en el hogar, que es por la falta de oportunidades, que es por la pobreza,  y otras más.

 

Creo que la delincuencia se mantiene y existe en grado sumo por la calidad de dirigentes y funcionarios que tiene y ha tenido el Estado, inclusive desde Presidentes de la República para abajo. La conducción de un país, más allá de la capacidad y el conocimiento que son necesarios para gobernar, se cimienta sobre valores éticos, siendo el primero la honestidad. Una persona honesta nunca traicionará los demás valores; hacer el bien común será su objetivo.

 

Si un Presidente se apropia de dinero y bienes indebidamente, si hace del cargo una forma más de lucrar sin vergüenza, los demás funcionarios del Estado pensarán y actuarán en esa misma línea. Será una cadena interminable que llegará inclusive a transar y a trabajar de la mano con los delincuentes. La región Callao es un ejemplo, donde el anterior Gobernador, hoy preso, será juzgado por corrupción y por colusión con la delincuencia.

 

Vemos con indignación y poca sorpresa que los ex Presidentes: Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala, abusando de su cargo, serían juzgados por haber transado con la corrupción, permitiendo que empresas constructoras brasileñas se beneficien con obras, en la mayoría de casos, consideradas ‘elefantes blancos’ y, escandalosamente, sobrevaloradas.

 

¿Qué le puede esperar a nuestra Patria si sus más altos dirigentes políticos, y no políticos, tienen en mente ocupar un cargo de elección popular o para hacerse ricos, o para perpetrarse en el poder a cambio de dádivas o prebendas?

 

Entonces no hay más. El paciente tiene gangrena. El miembro malogrado debe ser extirpado para salvar lo que queda. La pena de muerte para los delincuentes avezados y para los dirigentes corruptos es la solución inmediata.

 

Urge modificar nuestra Constitución; llamar a referéndum para que la población se pronuncie. Tenemos derecho a vivir en paz, tenemos derecho a darles a nuestros hijos la esperanza de hacer de nuestro querido Perú un país justo, grande y solidario.

 

Ya es hora de indignarnos. Debemos dar señales claras a la sociedad y al Poder Judicial que la basura que ha gobernado al país y sus adláteres debe ser enterrada en el relleno de la inmundicia y, de allí, nunca más deben salir.

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